“A las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa”, me repetía insistentemente mi abuela cuando era niño.
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Mi abuela, una mujer que hasta ahora ha resistido casi 80 años, una mujer que se tuvo que mover del campo a la ciudad por el inicio del Frente Nacional en Colombia; una turbia guerra entre las poderosas fuerzas liberales y conservadoras que en ese tiempo dominaban el país.
Con la experiencia que tener más 75 años otorga, mi abuelita decía esas palabras insistentemente a todos los nietos que crio, cosa que seguramente hacía con más fuerza hacía sus hijos: “ni con el pétalo de una rosa, ni con el pétalo de una rosa”. Me gustaría que los que han perpetrado terribles ataques contra ese 35% de mujeres en todo mundo, tuvieran una abuela como la mía, que les recuerde que a ellas no se les toca ni con el pétalo de una rosa.
Y esa frase que seguramente será tomada por muchos o muchas (¿o muches? Que el corrector gramatical me perdone) como el principio del machismo, que le quita a las mujeres ese poder y esa fuerza que han venido ganando desde hace años atrás, pero estas siete palabras son un principio de respeto básico que lamentablemente ni los hombres, ni la sociedad en general está entendiendo, pues las mujeres siguen muriendo y aunque la lucha sigue, ellas no la tienen para nada fácil en cuestiones de igualdad.
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En Colombia, uno de los países más desiguales del mundo, aunque las mujeres tienen más acceso a la educación que los hombres –según datos recolectados de informes de la ONU sobre mujeres en Colombia–; siguen siendo ellas las que más trabas y problemas encuentran a la hora de posicionarse laboralmente y si logran conseguir un empleo puede que lo consigan con salarios bastante inferiores al de los hombres, dado que la brecha salarial de género para 2012 era del 23.28%.
Las mujeres son las que traen la vida al mundo y sin embargo, eso para el Estado resulta como insignificante, la negligencia médica recae con más peso sobre las mujeres, ya que al año 500 mujeres mueren cuando están en trabajo de parto o después de haber dado a luz; en una constante batalla por los derechos reproductivos femeninos, en 2017 se logró que los métodos anticonceptivos fueran conocidos por todas mujeres del país, con ello, el Ministerio de Salud pretendía “eliminar la evidente brecha entre ricos y pobres”; puede juzgar usted si esto ha sido efectivo o de pronto haya que quitar el ocio a las mujeres (con más trabajo desigual), como argumentaba el presidente Iván Duque en campaña.
Y aunque hay que seguir propulsando esos derechos fundamentales para las mujeres como salud, trabajo y acceso a la educación; Colombia está en un vistazo general muy bien, pero le hace falta eliminar las profundas brechas que aún existen respecto a los hombres. Se llega así entonces a la arista que más sustancia tiene del tema de las ‘mujeres en Colombia’: la violencia, que podría agrupar a todos los factores pero asumamos que al menos en la tierra de los tamales tolimenses y la lechona este asunto se volvió netamente social y cultural.
¿Recuerda que en la anterior historia hablábamos de los tiroteos masivos que se volvieron tradición semanal en EE. UU? Llegó la hora de hacer un parangón o una comparación con Colombia de lo más oportuna: ¿Cuántos casos de violencia a la mujer escucha semanalmente en los medios de comunicación? Ahora bien ¿cuántos de esos llevaron al atacante a las rejas o al menos dejó a la opinión pública con el fresquito de que “al menos se hizo justicia”?
Lea la primera parte del especial llamado: 'VIOLENCIA Y ARMAS: LA GENTE TIENE MIEDO EN EE. UU.' aquí.
Como pasa con las armas en Estados Unidos, pasa en Colombia diariamente con las mujeres: una o muchas mujeres resultan heridas por la violencia de género o una o muchas mujeres mueren por la constante violencia a la que se enfrentan. Esto no es nuevo, la ONU argumenta que los episodios continuos de violencia en este país se dan por la definición de roles, tanto masculinos como femeninos, que vienen como configurados en los hogares que son los que un mayoría es uno de las causas de violencia que más víctimas reportan.
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Y esto es algo a lo que debería poner atención: para 2017, el Instituto de Medicina Legal reportó 6.929 casos de violencia intrafamiliar, y la violencia interpersonal registró más de 15.000 casos el año pasado, sin embargo, la ONU también recoge que las que más están siendo agredidas en Colombia, son las jóvenes y menores de edad, especialmente por delitos sexuales que podrían ser evitables, sugiere la organización. Y en lo que llevamos de 2018, esa cifra en vez de bajar aumentó ya que según datos de medios locales los ataques de cualquier índole contra la mujer incrementaron considerablemente – al menos un 10% –.
En el papel, es claramente evitable, de hecho todo pinta utópico para las mujeres víctimas de violencia que de algún modo buscan justicia; por ejemplo, el artículo 43 de la constitución da garantías a las mujeres para que defiendan sus derechos, además del apoyo de varias entidades del Estado como la Fiscalía, el ICBF o la Policía; que proponen en sus políticas defender a las mujeres a capa y espada.
Pero del dicho al hecho hay buen trecho, ya que aunque el desconocimiento lidera la lista de las principales causas por las que las mujeres no denuncian maltrato, también existe miedo o muchas tratan de justificar la agresión –“me pegué con el marco de la puerta”, “es solo un moradito”, “es que me lo busqué porque no le tenía el almuerzo listo”–, esto de tratar de ver el lado bueno a una agresión que nunca lo será hace que esto termine en consecuencias terribles. Aunque la ley 1257 de 2008 establece que cualquiera (así no haya sido víctima) puede denunciar episodios de maltrato, siguen siendo pocos los que aún no buscan justicia.
Los victimarios resultan siendo más fuertes a la hora de amenazar a la víctima si denuncia, sumiéndola en un miedo terrible, y si la segunda se atreve a hacerlo, hace falta apoyo también de las entidades del Estado, las familias y las organizaciones privadas que fungen como activistas para que el muro sea grande y las mujeres se empoderen como lo han venido haciendo y denuncien.
Puede ver entonces que si pone el ojo sobre el microscopio se pueden ver con detalle los parásitos que corroen el camino para que las mujeres que luchan por la igualdad y buscan que no se les toque “ni con el pétalo de una rosa”, es algo marchito, ya que aunque hay instituciones fuertes que están de los más decididas a luchar por sus derechos y respaldarlas, estas se quedan débiles ya que son pocas las personas que se atreven a denunciar estos episodios constantes de violencia.
GRACIAS POR LEER.
Segunda parte del especial de derechos humanos: completa. Espere el viernes que viene una descripción bien carnudita, como me gusta a mí, del panorama del colectivo de los siete colores, el de la alegría en cada marcha, pero realmente el que le ha tocado recorrer un camino duro al reconocimiento de sus derechos: el LGBTI.
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