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Historias del baúl : El prólogo... O algo así

Foto del escritor: Nicolás GodoyNicolás Godoy

Viajemos en el tiempo a 2014: Mundial de Fútbol en Brasil, Juan Manuel Santos es reelecto presidente de Colombia, Chespirito y Gabo murieron, Taylor Swift lanza 1989 y “mansplaining/manspreading” son palabras que se introdujeron en la jerga de un mundo que miraba optimista a la igualdad. En comparación a estos tiempos turbulentos e inciertos que vivimos, aquel fue un buen año, uno muy quieto para muchos, movido para otros un año normal.


Y ahí estaba yo, de 16 años sin saber lo que la Universidad iba a traerme, pero con una seguridad completa sobre que aquel iba a ser el último año del colegio y que tenía que hacer todo lo que estuviera a mi alcance para que el año de la “Prom 2014” fuera uno que jamás olvidaría… Y así fue, de vez en cuando me levanto con sueños recurrentes de momentos que creía olvidados, de caras y voces que ya no recuerdo, de memorias que se han vuelto borrosas con el paso del tiempo.


Cuando creía todo perdido encuentro, por casualidad –en un correo electrónico que grita “problemas adolescentes”–, un escrito que llevó a que 2014 fuese un año recordable, “Naturaleza Humana”: mi propósito en aquella serie de escritos que llevaban como título una canción de Michael Jackson (entiéndase que en antaño mi fanatismo por Michael Jackson era proporcional a la devoción que le tengo a Taylor Swift hoy en día) era hablar de los “tesoros”, las personas que creía eran mis amigos del alma por aquel entonces, porque ya saben: “un amigo es un tesoro”.


Mientras llegaba a esas “filosóficas reflexiones” también escribía cómo desde las gradas del tesorero oscuro solucionaba sus enredos amorosos y no les decía porque era mágico darme palmaditas en el ego cuando me daba cuenta que lo que escribía no estaba tan alejado de la realidad.


En el vocabulario limitado que en un asumir puro se cree que tiene un joven de 16 años, hablé de mí y el miedo infernal que le tenía al contacto visual, además, “Naturaleza humana” estaba dividida en partes: La primera se llamaba Mahoma y la montaña, es la historia inicial porque la viví de cerca, mi mejor amigo de aquel entonces y sus enredos amorosos con alguien que hacía el esfuerzo por no ponerle atención; luego venía la historia de una amiga que tenía su futuro frustrado por la concepción de una nueva vida. En “ETerna amistad” hablaba de mi actual mejor amiga y cómo desperdiciaba su tiempo con el chico que yo odiaba en la clase.


En “Promesas (Normas y leyes)” estaba hablando de los sueños jurídicos de una de las chicas que todos odiaban en el aula y las aspiraciones universitarias de todos por aquel entonces. En “Eres toda plástica, definitivamente” (sí, ese era el título y ya siento vergüenza) hablaba de la chica más bella del salón, me ponía en sus zapatos e intentaba entender por qué la quería todo el mundo; en “Tesorera y tesoro” escribí la historia de destino que nos estaba empezando a unir a mi mejor amiga y a mí, creía (y creo) que jamás en la vida tendría una amistad tan duradera y especial como la de ella.


Luego venía “Recuerdos inolvidables, de lado la montaña (Le sobran tesoros y tesoreros)” –a estas alturas ya no siento vergüenza por esos títulos– que era una secuela a la primera parte de “Naturaleza Humana”, esta vez me ponía de parte de la montaña y explicaba por qué se sentía inalcanzable al punto de llamar hipócrita al escritor (eso pasó en realidad y ella siempre me cayó mal); a ese cierre de historia del romance no correspondido llegaba “Humildad, fe y servicio (Esperando su redención)” en donde hablaba de una de las únicas personas en la clase que había encontrado su verdadera vocación e identidad gracias a la Virgen María, para contrastar escribí “Amigos (¿Has visto mi infancia?)” En donde, en un soliloquio a la Nicolás Godoy, reniego sobre lo solo que me sentía en el mundo y en lo imposible que era confiar en esos tiempos, hay cosas que no cambian, qué más puedo decir.


En “Un menú de, orgullo, odio y envidia (Viva la vida)” escribí sobre el chico que me caía mal en la clase y cómo resultábamos ser tan iguales, pero a la vez tan diferentes y para cerrar con más rencor escribí “Algo de puesto (Cuenta la leyenda)” en donde hablé de cómo la competencia por ser el mejor de la clase se cerró a tres personas: una montaña, una devota y un tesorero.


Contando la inspiración detrás de todas esas historias, algunas exageradas e implícitas para proteger la identidad de la persona que inspiró determinado escrito, solo en caso de que alguien entrara a mi correo y decidiera compartir los escritos completos, no puedo evitar reírme y recordar con nostalgia lo que fue. Encontrarme con los relatos de que dieron pie a que más textos vinieran por delante, luego un improvisado blog, una tesis de grado con 130 páginas que escribí solo, un discurso de 10 minutos en la cena de mi grado como profesional o mis artículos publicados el sitio web de un canal de televisión es medio curioso; como cuando te descubres nuevo lunar, que por supuesto, siempre había estado ahí, pero que por falta de atención jamás habías visto.


Mis escritos han servido como escudo ante “la crueldad del mundo exterior”, han podido haber traiciones en los tiempos de escuela o rupturas irreparables del corazón camino a la insufrible adultez, pero la pluma siempre ha estado allí, para dejarlo ir y empezar la nueva página mejor porque sabes que cometiste errores, hay constancia de ello y puedes decidir jamás volver allí… Tal vez por eso no comparto los escritos tan personales como estos que escribo en medio de la noche, porque son el mecanismo que uso para dormir en paz, aliviado y evitar que los pensamientos me abrumen y me lleven al insomnio.


Cuando redescubrí “Naturaleza Humana” tuve una especie de serendipia (o hallazgo que jamás esperaba encontrar… similar, pero muy diferente a una epifanía), sentí la necesidad de valorar el presente y reconocer, reconciliarme y dejar ir el pasado. Así que las historias que les voy a contar a continuación pueden venir de la imaginación, de alguna canción que merecía más desarrollo de personajes o de algún “tesoro” con el que quiero reconciliarme o reafirmar mi confianza. Todas estas historias huelen a cierres: como si en 2014 hubiese abierto un libro, lo leyera, lo entendiera y hasta ahora, en 2021, estuviera sacando conclusiones sobre los personajes y constantes “¿Qué hubiese pasado sí?”.


Para muchos redescubrir algo que hiciste años atrás pues queda como “el hallazgo que tengo que comentar con alguien”, pero en una hora eso será asunto olvidado. En mi caso siempre tuve un pensamiento constante de “tengo que hacer algo con esto”, es así como llegó la voluntad para completar historias que había empezado años atrás y nunca tuve idea cómo terminar, creo que todas las piezas y personajes fueron cayendo y propiciándose de forma tan natural que la espontaneidad llevo a líneas y anhelos muy interesantes de por fin liberar las historias que aguardaban tres o cuatro años en mi memoria.


Mis imaginaciones me llevaron a un funeral, a una tarde de videojuegos en el futuro, a la edad media, a un hotel en los años 50, a una fiesta de cumpleaños y a una noche de premiación; los personajes son mis amigos, gente que me cuenta sus problemas (y viceversa), personas que no me agradan o el fulano que siempre he admirado. Todas las historias tienen elementos, nombres, números, fechas, acontecimientos o referencias que hace que se conectan entre sí, son elementos que puse para entretener a los atentos al detalle. otras solo se hacen referencias coquetas durante los relatos.


Eso es lo que pasa cuando uno no puede parar de escribir una vez la inspiración está ahí: quieres conectar todo, contar todo y embarcarte en mundos que te hubiese gustado visitar.


Estos son los capítulos y las fechas en las que irán saliendo:

I. El Solo (disponible el 1 de marzo)

II. Narciso (disponible el 8 de marzo)

III. El Hotel (disponible el 15 de marzo)

IV. Brujería (disponible el 22 de marzo)

V. Fantasma (disponible el 28 de marzo)

VI. El Achiever (disponible el 3 de abril)

VII. Veintitrés (disponible el 12 de abril)


En las historias, capitalizaré (es decir, pondré en mayúscula: AsÍ) algunas letras para armar mensajes y códigos más secretos que las referencias que puse… Para hacer la lectura más interesante.

 

Estas historias las publico para festejar algo que pasó en febrero de 2018 cunado un ‘profe’ de la Universidad invitó a toda la clase a crear sus blogs para compartir sus trabajos universitarios e ir consolidando, a la vez, un portafolio, una carta de presentación que nuestros futuros empleadores y medios de comunicación verán cuando entrásemos al mercado laboral.


Yo tenía esa idea desde hace bastante tiempo, quería un blog, pero no sabía qué compartir o sobre qué escribir, pero luego de ese aliento que nos dio aquel maestro de crónica y periodismo ciudadano, me registré en Wix y con una sola página en su inicio creé “El Blog”.


Han pasado tres años y este espacio ha sido un refugio bacano en el que puedo escribir de todo, sin filtros, sin límites editoriales, sin formalismos -a veces -, sin redacción o cohesión (para los primeros posts); desde peque tuve el sueño de querer ser inmortal (HAHAHA) luego descubrí la fotografía y vi un mecanismo excelente para inmortalizar arte, rostros, lugares que ya no están y situaciones que recuerdo gracias a hacer en “clic” para obturar.


Y hace tres años, sin muchas expectativas, creé este blog, para inmortalizar mi pensamiento, la opinión que tenía de alguien o del mundo, para registrar de primera mano el cambio de mentalidad que tuve luego de pasar por algún suceso extraordinario. - ¡Ay! Nicolás, bájele al drama… Son solo tres años –, dirá sumercé.


Aunque soy consciente de que no tengo miles de visitas o mi labor de SEO no es la mejor, siempre me duermo con un fresquito al ver que al menos alguien clicó sobre alguna reseña, algún resumen, algún video de YouTube, alguna crónica o historia inventada… Si algo es bueno, luego lloverán las recompensas.


Sigo aprendiendo, sigo leyendo y sigo investigando para que esa persona que me lea salga a la calle y debata con buenas ideas, se identifique con mi sentir o me acribille en redes después.

Son tres años y mientras haya desempleo me mantendré constante escribiendo ¡Gracias por leer! En serio.
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