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Historias del baúl: VIII. El estanque

Foto del escritor: Nicolás GodoyNicolás Godoy

“I don’t know if you know who you are, until you lose who you are”.

Taylor Swift.

Son las 2am del vigésimo día del segundo mes del año y es la cuarta vez que me despierto abruptamente porque de nuevo lo veo en mis sueños, como una fantasía azul y roja, nostálgica e intensa, brillante y oScura. Miro al techo y al darme cuenta que no podré conciliar el sueño, me pongo mi ropa deportiva, salgo de mi casa y corro, sin dirección, sin punto, sin rumbo como aquel trágico amor que, aunque ya terminó, me tiene al borde de perder la cabeza.

Mis pulmones me permitieron llegar a donde todo inició, a un estanque a las afueras de la ciudad donde las emociones volaron, donde la tierra jamás será tan libre como el aire y donde el agua y el fuego se amalgaman, pobres elementos que no saben que al final uno de ellos nunca será el mismo: ¿Se extingUirá el fuego?¿O se evaporará el agua? Sentado en el lugar de aquella fusión, de aquel primer beso, me doy cuenta que su llama ponzoñosa me secó, me consumió de tal modo que busco encontrar quien era de nuevo justo donde me perdí.

Sobre mí les puedo decir que nunca fui bueno verbalizando lo que pienso en realidad: Mientras que mi mente piensa “¡Qué horrible está el clima hoy!” mi boca es efusiva y dice “¡Me encanta deMasiado el sol brillante y caluroso que nos acompaña hoy!” Siempre he sido así, brillante en el exterior pero roto en el interior. Sin embargo, soy soñador, con ambiciones tales que solo el Sol y el Universo saben que se harán realidad. Soy caUto y escrupuloso porque el mundo necesita ver lo mejor de mí, intento a toda costa que mis amigos, mis vecinos, mis gatos y mi madre vean siempre una sonrisa: Me necesitan, no puedo quebrarme porque me necesitan.

Sin embargo, el único lugar donde podía atreverme a ser libre era en ese estanque. Recuerdo pedalear horas en mi bicicleta solo para llegar allí, deshacerme de mi ropa y luego nadar como si el tiempo no pasara. Cuando tenía suficiente de zambullidos, miro esas aguas cristalinas escondidas entre maleza y árboles de 22 metros, troNcos tan altos que la humanidad aún no conquista ¡Ah! Solo allí podía ser libre, sólo allí podía gritar, aullar tan fuerte que, por vez primera, escucharían todos lo que mi corazón guardaba.

Vi a mi salvación y a mi caída por primera vez cuando visité el estanque porque el director de la productora de cine en la que trabajo llegó con sus aires de prepotencia al lugar, queriendo el mundo a sus pies, sin duDarlo o decir “gracias” o “por favor”, el fulano se pavoneaba por los estudios y los dejaba en un segundo no sin antes envilecer o humillar a los que estuviesen en el lugar.


¡Oh! Corrí con la mala suerte que estaba montando luces y ajustando cámaras cuando el miserable dice: –¡Ugh!¿Quién les da el coraje a estos veinteañeros para creer que sOn algo en la vida? – me dijo en la cara el hombre ese ante de irse al estudio 24.

Sentado en uno de los bordes del estanque pensaba si era cierto todo el que decía: Claro, tengo veintitrés, pero ¿Tan poco valgo?¿Quién le da el poder a estos prepotentes para decir lo que quieran sobre el mundo que los rodea sin temor y salir bien librados en el intento? Gritando y maldiciendo avanzaba esa tarde en el estanque.

Mientras meditaba, siento una piedrecita golpear la parte posterior de mi cabeza. Pienso: “de pronto, es un colibrí o un ave pasando por el lugar”, y no le doy importancia, cierro los ojos y cuando estaba a punto de relajarme de nuevo otra piedrecita golpea mi cabeza y mi conSciencia de nuevo, perdiendo la calma me levanto y busco el origen en todas la direcciones, cuando miro atrás veo una figura burlona buscando atención.

Siendo honesto, no me sorprendo por el hecho de que me haya lanzado piedras para llamar mi atención, me sorprendo porque estaba en el lugar: ¿Cómo logró llegar aquí?¿Cómo se atreve a entrar en mi espacio personal?¿Cómo conquistó este lugar sagrado que ya era mío? Envidioso por semejante insolEncia le doy la espalda de nuevo y él dice.

–¡Oh! Me disculpo por las piedras, no quería molestar” –.

“A este punto no se trata solo de piedras, es algo más personal”, pensé. Sin mediar palabra alguna con ese sujeto me levanté y agarré mi bicicleta para regresar a casa; pero antes de poner el pie en el pedal él me agarra con fuerza la Muñeca izquierda y sonriendo me dice:

–¡No era para tanto! Perdón–, me suelta la muñeca y me estrecha la mano para decir.

–Creo que empezamos con el pie izquierdo ¡Soy Leo! –.

“Oh bien, hora de socializar”, pensé. Pero cuando tomé aire para decirle mi nombre él sujeto burlón avanzó diciendo.

–¿Volverás aquí mañana? – yo solo sonreí y le dije que sí, me senté en la silla de la bicicleta y el hombre emocionado me dijo que allí me esperaría, no le presté atención y pedaleé tan rápido, como si estuviera escapando, como si mi mente supiera lo que estaba por venir.

Sin embargo, mi corazón estaba inquieto toda esa noche: ¿Quién era él?¿Por qué estaba ahí?¿Por qué estaba en mi lugar seguro? veintidós veces me levanté inquieto a echarme un poco de agua en la cara para calmarme. Esa nOche no dormí así que luego de una mañana extensa en la productora, porque se estaba rodando una telenovela en el lugar; a las 3:22pm estoy de nuevo en el estanque, sin querer, en el mismo lugar donde me encontré con Leo el día anterior.

–Con que aquí estamos de nuevo ¿Eh? – escuché a alguien decir a mis espaldas

–¡Qué triste que ayer volaste en tu bicicleta y no me dijiste tu nombre! –, prosiguió.

Miré a la izquierda y era Leo – soy Nathaniel –, le dije.

La charla avanzó con Leo indagando y escarbando en mi pasado con preguntas sobre mis colores faVoritos, mis comidas favoritas, lo que me disgusta del mundo y si tenía algún animal que me representase. Debo admitirlo, la charla fue tan amena que el tiempo nunca avanzó, nunca se movió tan rápido ni tan lento. Y aunque la temporalidad se quebró, mi intuición estaba presente diciéndome que tal vez esta sensación de comodidad no era correcta, no debía ser asÍ… Otro día en el estanque pasó y, honestamente, quisiera saber cómo logró Leo derrumbar los muros que desconfianza y temor le había puesto.

El día siguiente no pude coordinar ni un solo músculo mientras estuve en la productora, aletargado, desprogramé las cámaras que yo mismo había ajustado el día anterior, enfrié toda la iluminación del set cuando el director había sido enfático en que quería que todas las luces de la toma fueran cálidas. No fue un día, ni una buena semAna porque la racha se extendió hasta que pude volver al estanque; sin embargo, la calma duró un par de segundos aquel sábado, pues Leo sin anticipación o preparación alguna me entrega unos tiquetes de tren.



–Creo que el estanque se nos queda corto, deberíamos visitar otros lugares ¿No? –, me dijo.

Sorprendido no pronuncié sílaba alguna y recibí los tiquetes “¿Qué debo hacer?”, pensé, mi intuición seguía susurrando e indicándoMe que esto no estaba bien, que corriera, que huyera del lugar; pero estaba en mi lugar seguro, estaba en mi estanque, tanto así que mi corazón se apresuró a adueñarse de la mano de Leo, y sin razonarlo o discutirlo por un momento íbamos con destino a nuestra primera aventura juntos.

Mientras corríamos para abordar el tren con rumbo al impulso pude sentir cómo saltaba en las aguas del peligro, tan profundas que era imposible ver tierra a lo lejos, tan impredecibles que solo se puede nadar y nadar hasta que la corriente ceda. Y ahí estaba yo, mostrando toda mi habilidad en la natación con aquel fuego rápido y asfixiante que impedía el bracear con frecUencia, sin embargo, cuando me hundía él estaba ahí para recogerme de nuevo.

Ni el sonido de las ruedas del tren que rechinaban por la fricción era tan fuerte como el de los corazones de Leo y el mío latiendo emocionados porque estábamos saliendo de aquel estanque, de nuestra zona segura, por primera vez. La última parada del tren 411 nos terminó dejando, por casualidad, en otro estanque al sur de aquella ciudad desconocida, sin saber cuándo volveríamos o cómo, nos sentamos a ver la puesta de sol Y tomados de la mano de nuevo al unísono dijimos que el viaje resultó sido la mejor aventura que habíamos tenido en años.


– Cuando regreses a casa no comentes con nadie lo que hicimos hoy –, me dijo.

–¿Cómo podría? Fue el mejor día de mi vida, no creo que lo entiendan –, proseguí.

El “Tik, tak, tik, tak… Tik… tak” de mi reloj de pulso y las cigarras marcando su ritmo asincrónico eran los únicos sonidos que retumbaban en aquel estanque desconocido, tan lleno de césped, con un aire fResco que embriagaba a cualquiera que lo visitase. Allí, a las 5:22pm del segundo día del segundo mes del año, y en medio de una intrigante aventura, fue cuando Leo y yo rozamos nuestros labios, mientras pronunciamos ese rito universal que llaman beso y nos elevamos del suelo cual acto milagroso, mi mente no dejaba de pensar: “¿Qué es esto que siento?¿Cómo es posible que esté besando a quien conocí hace dos semanas?¿Así se siente el amor?”.

¿Cómo debería sentirse el amor? No era experto en el romance, siempre me había movido con cuidado, propiciando chistes porque me cuesta abrirme, dejándolo todo al azar porque me habían lastimado antes ¿Cómo debería sentirse el amor?¿Debería tomarte por la espalda, empujarte al abismo y agarrArte de nuevo cuando estás a punto de estrellar contra el suelo?¿Debería hacerte sentir inseguro sobre cada beso, toque o abrazo que das?.. Sin tener idea sobre lo que estaba pasando en este momento, antes de que nuestros labios se separaran pensé y le dije a Leo:


–¿Con que así se siente el amor? –

–Eso creo yo – me dijo Leo – ¡Vámonos! – avanzó, sin recitar palabra u oración sagrada de amor de camino a casa.

Sin más que ese simple beso y nuestros corazones exaltados por la peripecia de hoy, era hora de volver a casa, con mis gatos, con mi idea de lo cierto y lo verdadero cada vez más confusa mientras ando de la mano con Leo. Su motocicleta, la que había dejado en un estacionamiento antes de tomar ese aventurero tren, me dejó en la madrugada del domingo 3 en la Puerta de mi casa, quería invitarlo adentro y que conociera a mi familia completa, pero era muy tarde ya. Le dije, que, si quería, golpeara mi puerta cuando amaneciera, a eso de las 11am.

Leo cumplió su promesa y a las 10:59 se presentaba en la puerta de mi casa, abrí la puerta y lo llevé a la sala de estar. El lugar olía a vainilla, los muebles estaban muy bien conservados, porque acababámos de redecorar; las paredes estaban pintadas de color azul cielo. Mientras que en una repisa reposaban vinilos y lIbros que no cualquiera ha leído o escuchado. En los sofás estaban mi madre y mis hermanos esperando.

–Les presento a Leo… Estamos saliendo –, le dije.

–¡Oh! Es él, mucho gusto, Leo –, le dijo mi mamá, acto seguido le da un trozo de torta de vainilla y avanza a la cocina. Mis hermanos no recitan palabra o sílaba alguna y regresan a sus habitaciones.

Verán, mi mamá es una mujer optimista, se emocionó cuando dí mis primeros pasos, se emocionó cuando salí de la escuela, se emocionó cuando le mostré el primer cortometraje que dirigí en el segundo año de universiDad, se emocionó cuando me dieron el trabajo de mis sueños en la productora. Esperaba, por lo menos, su aprobación un “¡Lo estás haciendo bien, hijo!¡Qué buen hombre es Leo!” por poco que pareciera. Pero estaba más que claro que ella también lo sintió, olió a distancia aquella energía caótica que Leo emanaba, su instinto le decía algo que no me dijo a mí.


–Como que no les agradó mucho – dijo LeO con los puños apretados, como si se estuviese conteniendo.

–Dales tiempo, mamá es así – le dije para calmarlo y tomé su mano para llevarlo a mi habitación.

Debo admitir que fue una tarde incómoda, una tarde que se pasó en intentos de calmar los ánimos Y la evidente tensión que avanzaban con cada tik, tak de mi reloj de pulso. Cuando eran las 7:22pm Leo vio que estaba editando algunos videos en mi computadora y decidió ver un poco del proceso, de la nada, me dice:


–Creo que ni tú, ni nadie en tu familia confía en mí, creo que debo irme, ya es tarde –. Me dijo el molesto Leo.

–No digas eso, dales tiempo. Verás que en cuestión de semanas o días, te van a adorar –, le dije.

Leo me da la espalda y dice – Hmmmm ¿Cuándo será? No creo que podamos seguir si no existe confianza entre nosotros –. Mi corazón se agitó, Quería salir del pecho, pero no por amor (o lo que creía que había entre Leo y yo) sino porque tenía miedo, tenía miedo de que aquella fuese la última vez que lo vería.



–Todo cambiará, dalo por hecho ¿Qué puedo hacer para que finalmente confíes en mí? –, le dije a Leo.

–Dejemos todo atrás, volvamos al estanque de nuevo, vivamos juntos, seamos uno solo, mírame al atardecer y dí que eres mío –, sin dudar ni un solo segundo, pronunció Leo.

Mientras que mi mente me dice que todo es incorrecto, que no está bien, que corra de nuevo; mi corazón está confundido, no sabe qué hacer, cómo latir o actuar al respecto. Esa presencia que parecía un nUevo estanque pidiéndome que lo dejara todo y a todos, para fundirnos en la eternidad y no sabía qué responder ¿Qué era lo que había entre nosotros? De repente esa sombra incolora que había visto hace dos semanas tomaba forma y color: era roja.

Su sombra escarlata era una dualidad: llena de intensidad y amor por un lado mientras que guardaba violencia, miedo, dolor y fatalidad por el otro; ahora veía ambas caras y estaba desorientado porque todas las piezas del roMpecabezas estaban cayendo en el lugar. Él nunca estuvo ahí, su intensidad me embriagó y durante la fiesta creí que lo nuestro era amor.

En plena resaca me doy cuenta que era imposible que nos moviéramos a la velocidad de la luz por siempre, que la llAma se extinguirá en cualquier momento. Que la magia multicolor se acabaría y que en cualquier momento el rojo se apropiaría de lo nuestro decido apagar su llama intensa a las 9:22pm del tercer día del segundo mes del año.


Necesito que te vayas - le dije a un furioso Leo.

–¡¿Qué?! – dijo Leo exaltado mientras me agarraBA la muñeca izquierda con una fuerza peor que la del primer día – Si me dejas jamás volveré al estanque, jamás volverás a verme ¿Quieres eso de verdad? –, gritó.


En realidad anhelaba besarlo de nuevo pero la fuerza con la que agarraba mI muñeca izquierda me despertaba lenta pero seguramente de la fantasía. Mientras abría la puerta de mi habitación e intentaba llevar a Leo a la puerta porque la rabia se estaba apoderando de mí, de nosotros, del lugar; Leo seguía halándome e intentando llevarme con él. Oh corrí con la mala suerte que dí un paso en falso y me resbalé por las escaleras.

Como Leo tenía mi mano izquierda con mucha fuerza, confiaba en que él no me soltaría. El tik… tak de mi reloj de pulso se raleNtizó y lo vi todo en cámara lenta; mientras me iba para atrás Leo me veía caer, mientras caía, él soltaba mi soltaba mi mano. El acTo se cerraba con dos almas yendo de forma tan natural a otro estanque, el de la aversión y el de la pena: sus aguas son intranquilas y turbias.

Mientras me dEsplomaba por los 32 escalones lo vi todo con tal claridad, de las habitaciones salían mamá, mis hermanos y los gatos. Un golpe en la cabeza y pierdo el poco de razón de que me quedaba.

Son las 2am del vigésimo día del segundo mes del año y es la cuarta vez que me despierto abruptamente porque de nuevo lo veo en mis sueños, como una fantasía azul y roja, nostálgica e intensa, brillaNte y oscura. Miro al techo y al darme cuenta que no podré conciliar el sueño, me pongo mi ropa deportiva, salgo de mi casa y corro, sin dirección, sin punto, sin rumbo como aquel trágico amor que, aunque ya terminó, me tiene al borde de perder la cabeza.

Mis pulmones me permitieron llegar a donde todo inició, a un estanque a las afueras de la ciudad donde las emocioneS volaron, donde ambos pisamos el acelerador. Seis moretones en la espalda y con la cabeza un tanto inflamada lanzo piedrecitas al agua y como niño inocente lleno de lágrimas empiezo a pedir deseos.


– ¡Oh estanque!¿Quién fui cuando lo conocí? –

– ¡Oh estanque!¿Quién soy ahora? –

– ¡Oh estanque!¿Podré ver el peligro de nuevo? –

Abrumado por aquellas dos semanas intensas que quedarán en mi consciencia por siempre, luego de aquel incidente no sé de Leo pero vuelvo siempre al estanque, el estanque del peligro, con la esperanza de cerrar este capítulo o cubrirme en su sombra roja de nuevo. Aquella sombra roja que por pOco se vuelve otro estanque íntimo para mí, uno en donde las emociones vuelan, donde los románticos se sumergen en aguas y mares de veneno. Donde nadie piensa si no es con el impulso y la rapidez de un sentimiento que jamás fue.


 


INSPIRACIÓN:

“El Estanque” es una red flag inmensa disfrazada de historia del baúl (intenté hacer esto muy evidente) - por eso elegí el color rojo para ambientar la trama -. Tuve que reescribirla un montón de veces para sentir una conexión final con el protagonista, lo que en mi mente quería contarles y las canciones que sentía yo haría la playlist de esta historia, por eso es que es imperativo que vayan a escuchar la playlist para esta historia.


Fíjense que, mientras la escribía, no dejaba de sentirme en el video de I Knew You Were Trouble de Taylor Swift o en The Louvre de Lorde un amor asfixiante, tóxico y doloroso, pero que no vemos hasta que termina y entendemos las señales (van a ver esa dinámica en muchas de las historias del baúl que vendrán).


Esta historia es la adaptación de una historia que me contó un amigo muy querido por allá en noviembre de 2021. Cuando me la contó me sentí decepcionado (por las personas con las que estuvo y no estar ahí a tiempo para aconsejar) pero emocionado porque mi cerebro se reía y pensaba emocionado “¡Tengo que escribir esto!¡Tengo que escribir esto!” de hecho hasta en chiste hablé con él sobre co-escribir esa historia. Jamás se dio, me hubiera gustado, de hecho, por la gracia de los detalles… Sí, siento que a esta historia le quedó haciendo falta algo.


Sin embargo, completé un poco su relato con una lista de red flags que tengo en mis notas y que, para mí, son a deal-breaker. Y aunque uno no puede poner a todas las personas el mismo molde, con el heartbreak (que, de hecho, van a leer en Woodstock, la escuela o el perfume) uno afina ese sexto sentido que te está diciendo cuando debes correr.


Bueno, para mí la persona que inspiró esta historia me ha parecido, desde que la conozco, muy extrovertida, muy extra, muy pícara, muy juguetona - este tipo de persona que sabes que te va a agradar por su personalidad -. “Cuando me sienta listo te iré mostrando la historia”, le dije la primera vez que le pregunté por algunos datos básicos sobre él para poner en la historia, datos que yo no sabía a pesar de que llevábamos años en contacto.


Los reto a encontrar el mensaje secreto en “El estanque” creo que ese mensaje le da un poco más de intención a esta historia. Recuerden, el mensaje secreto está encontrado las mayúsculas en medio de una pAlaBra.




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